Aunque la tercera semana de noviembre nos ha traído la novedad de ver caídas en las principales Bolsas mundiales, algo que, con alguna excepción como la de nuestro Ibex, no habíamos visto desde la primera semana de octubre, lo cierto es que los descensos semanales han sido bastante moderados, sin llegar al uno por ciento en ningún caso.
De esta forma las Bolsas prolongan la fase de muy baja volatilidad en la que se han instalado en octubre y noviembre, mes en el que los principales índices se han movido en una banda lateral muy estrecha, con sesgo ligeramente alcista en las dos primeras semanas y ligeramente bajista esta última semana. El S&P lleva ya muchas sesiones en el entorno de los 3.100 puntos, sin romper ni al alza ni a la baja, el Eurostoxx da vueltas y más vueltas alrededor de los 3.700 puntos y el Nikkei y el Dax se mueven desde hace semanas en una banda estrecha por encima, respectivamente, de los 23.000 y a los 13.000 puntos respectivamente.
La temporada de resultados, que normalmente suele dinamizar las Bolsas, no ha conseguido en esta ocasión galvanizar a los inversores. Ha habido movimientos, a veces muy bruscos, en valores concretos, como la subida que veíamos en Nordstrom el pasado viernes de casi el 11% o la caída de Tesla esa misma sesión de más del 6%, pero sin embargo, los índices apenas se han alterado por la presentación de los resultados del tercer trimestre. Tal vez porque los departamentos de relación con inversores hilan cada vez más fino a la hora de gestionar las expectativas de los mercados, y adelantan cifras muy malas de forma que luego los anuncios se reciben con cierto alivio. En este sentido, más que hablar de resultados mejores que los "estimados" habría que hablar de resultados mejores que los "temidos". La ya citada Nordstrom es un ejemplo. Sus ventas y márgenes fueron a la baja, una mala combinación, pero había ido adelantando perspectivas muy negativas, y la acción subió con fuerza al ver las cifras reales. Lo mismo pasó, aunque no subió tanto, con la también minorista Gap, que igualmente reportó sus cifras el viernes. Gap había anticipado malas cifras, y aunque los resultados no fueron brillantes, la acción subió el viernes un 4,4% al mejorar las previsiones.
Cabe preguntarse por qué las Bolsas no se mueven, y se deslizan un día sí y otro también en una perezosa y cansina rutina, con leves ajustes más al alza que a la baja, en función, normalmente, del último tuit de Trump o del último comunicado del Gobierno chino.
Una primera respuesta es el "paradigma" al que aludió Draghi en su despedida, a saber, los Bancos Centrales han logrado convencer a los inversores de que los tipos bajos van a estar ahí para siempre y eso provoca el pánico a quedarse fuera, y mueve a invertir hoy mejor que mañana, y a aprovechar la más mínima caída para comprar. Es el ya sabido entorno de liquidez abundante y tipos bajos, pero además, y ahí radica la novedad, con la convicción de que "esta vez es diferente", porque los tipos no van a subir nunca. Una convicción muy diferente a la que llevó a las Bolsas a desplomarse en febrero de 2018 cuando el tipo de interés del T bond superó el 3%.
Una segunda convicción que se ha extendido entre los inversores y que explica la bajísima volatilidad es que no hay recesión a la vista. En este sentido, tanto las cifras macroeconómicas que se van conociendo como los resultados empresariales muestran una economía de crecimiento bajo, "mediocre", pero no en recesión ni, en la lectura de los inversores, amenazada de recesión próxima. Los ciclos recesivos, se piensa, son cosa del pasado.
Una tercera convicción que mueve a las Bolsas a no bajar es la de que al final habrá acuerdo comercial, porque Trump es un maestro de la negociación.
Estas tres convicciones (tipos cero para siempre, crecimiento positivo perpetuo aunque bajo, acuerdo comercial sí o sí) son bastante discutibles, pero se han convertido en eso que la semana pasada llamábamos "narrativas" muy sólidas para las Bolsas, y hoy por hoy parecería que solo un "accidente" político podría despertar a los inversores de su complacencia. Un inesperado e improbable éxito del "impeachment", un recrudecimiento de los conflictos latentes de Oriente Medio, o una ruptura hostil de las negociaciones entre China y EE.UU. podrían ser detonantes de una sacudida bursátil, que hoy por hoy parece muy improbable, casi imposible.
Obviamente pueden también torcerse todas o algunas de esas tres convicciones.
No parece probable que el BCE, la Fed, el Banco de Japón o el Banco de China cambien sus políticas monetarias ultraexpansivas, más bien al revés, pero de haber algún candidato a hacerlo sería el People's Bank of China, que ya causó problemas en 2016 cuando endureció sus políticas monetarias y crediticias, llevando a las economías europea y americana a una clara desaceleración.
Sí es más posible que la segunda convicción, la del crecimiento perpetuo aunque moderado, se demuestre falaz. Las últimas cifras de la zona euro no son buenas. Podemos celebrar que Alemania no haya entrado en recesión por una décima o que el PMI de servicios esté todavía por encima de 50, sin contagiarse de la recesión industrial, pero esos signos tentativos de vida no dejan de ser "wishful thinking" y no evitan la incómoda realidad de que la economía europea camina, una vez más, hacia el estancamiento. En Japón la balanza comercial de octubre, publicada el pasado miércoles, no ha sido buena, al caer tanto las exportaciones como las importaciones. En Estados Unidos la duda es si en el cuarto trimestre la economía logrará mantener el crecimiento del 2%, muy lejano de aquel 3,5% que prometía Trump.
Queda la guerra comercial, que empezó siendo un ambicioso proyecto de Trump para conseguir un "gran acuerdo" (grand bargain) con el que erradicar las malas prácticas de China y volver a poner a EE.UU. en el liderazgo global (America first) y se ha transformado poco a poco en una parodia de sí misma, de la que lo mejor que cabe esperar es un "mini-acuerdo" parcial, la llamada "fase uno", que no resolverá ninguno de los problemas relevantes, tales como la propiedad intelectual e industrial o la transferencia de tecnología. Más allá de las palabras rimbombantes, como las de Trump cuando calificó el pasado 12 de octubre su apretón de manos en la Casa Blanca con el vice primer ministro chino como el "mayor y mejor acuerdo hecho nunca en la historia para los patriotas agricultores americanos", cada vez parece más claro que el problema ahora se reduce a buscar una salida airosa de una guerra comercial mal enfocada y aún peor ejecutada.
Mientras tanto, lo que vamos viendo como telón de fondo son cambios estructurales muy profundos, muy globales, y la sensación cada vez mayor es que combatir esos cambios con políticas de choque a corto plazo fiscales y monetarias es un profundo error.
Entramos así en la semana final de noviembre, semifestiva en EE.UU. por el Día de Acción de Gracias, y que termina con el llamado "Black Friday" que es la señal de salida de las ventas navideñas. Los mercados podrían recibir un empujón si hay buenos datos de ventas en el "Black Friday" y en este sentido los resultados publicados estas dos últimas semanas por las grandes cadenas minoristas como Walmart, JC Penney, Target, Lowe's, Home Depot o la ya citada Nordstrom muestran una buena vitalidad de los consumidores americanos. Además, las expectativas están altas en comparación con el pasado año, cuando la caída de las Bolsas y la expectativa de recesión afectaron mucho al ánimo de los consumidores.
Hay bastantes cosas de interés esta semana, aparte del "Black Friday". Jerome Powell habla el lunes por la noche en Rhode Island y se reúnen varios Bancos Centrales. Se publican la segunda lectura del PIB americano del tercer trimestre y el crecimiento del PIB de la India, que es importante para ver hasta dónde llega la desaceleración de la economía india, que es en principio la que iba a crecer más en el mundo este año. Presentan resultados Hewlett Packard, Best Buy, Dell y Dollar Tree, entre otras. Y por supuesto seguirán su curso tanto el "impeachment" como las negociaciones con China.
Es raro, aunque todo es posible en mercados tan intervenidos como los actuales, que las Bolsas continúen laterales mucho más tiempo. Lo normal es que rompan por arriba o por abajo la estrecha banda en la que se han venido moviendo las últimas semanas.
La opinión más generalizada es que romperán al alza, y que veremos un rally de Navidad que según los más optimistas llevará al S&P hasta los 3.200 puntos, sobre todo si al final se firma la fase uno del acuerdo con China.
Pero hay algunas opiniones en el lado contrario, como la del famoso gestor Ray Dalio, que según algunas informaciones ha comprado de forma agresiva opciones "put" y que ha recomendado encarecidamente refugiarse en el oro como activo alternativo ante lo que él considera un sistema capitalista "roto".
Juan Carlos Ureta Domingo
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