Decíamos en nuestro anterior comentario que, al terminar agosto, y tras las caídas de las semanas segunda y tercera, las Bolsas iban a tener que decidir entre una corrección mayor o un rebote que salvase los muebles de un mes que algunos preveían tranquilo, y que finalmente ha resultado muy complicado.
La realidad es que a lo largo de la semana final de agosto hemos vivido las dos cosas, un desplome en toda regla el pasado lunes, y una fuerte recuperación alcista a partir del martes. Como consecuencia, casi todos los índices bursátiles, con alguna excepción como la del Nikkei, que ha recortado un 1,5% en la semana, terminan la semana con ganancias (Eurostoxx + 1,2% Dax + 1,7% Ibex + 0,8% S&P + 0,9% Dow + 1,1% Nasdaq + 2,6%). Pero sería un error de percepción quedarse con la imagen de una semana ligeramente alcista en las Bolsas. La semana ha encerrado muchos mensajes, algunos de ellos muy de fondo, y conviene analizar bien esos mensajes.
En particular conviene analizar lo que las Bolsas vivieron en la sesión de apertura semanal el pasado lunes, una jornada de pánico global que pasa a formar parte de la lista de las grandes caídas bursátiles, y además en la modalidad que podríamos llamar del siglo veintiuno, con mercados globales altamente interconectados, con las máquinas y los algoritmos sustituyendo a las personas en una negociación de "alta frecuencia" y con una volatilidad incontrolable en algunos momentos. Tras caídas generalizadas en las Bolsas en las dos semanas previas, el pasado lunes el Shanghai Composite cayó un 8,5% (su peor caída desde 2007), el Nikkei cayó un 4,6%, el Hang Seng un 5% y la jornada en las Bolsas europeas y americanas fue de las de recordar. Los futuros del Dax se movieron intradía en un rango entre 9317 y 9936 puntos, los del Eurostoxx entre 2951 y 3188 puntos, y los del S&P entre 1861 y 1964 puntos. El Dow Jones osciló más de mil puntos en pocos minutos y llegó a tocar mínimos en 15.370 puntos. Hacía mucho tiempo que no veíamos nada igual.
Las divisas y las materias primas no se libraron de la volatilidad. El dólar siguió bajando hasta 1,1758 con el euro y los futuros del petróleo cayeron hasta 37,75 dólares.
Se pueden hacer muchas lecturas de la jornada del pasado lunes, pero nos gustaría destacar dos cosas. La primera es que una sacudida de ese calibre pone en duda la propia credibilidad de los Bancos centrales y del modelo que los "policy makers" han elegido para salir de la crisis, es decir el modelo de inyecciones de liquidez (QE) y tipos cero (ZIRP). Esencialmente lo que hemos visto este agosto en las Bolsas es un nuevo episodio de la batalla entre los Bancos Centrales y esa parte del mercado que no comparte las medidas monetarias no convencionales y que piensa que ese modelo (QE+ZIRP) acabará en un gran fiasco.
La segunda cosa que nos gustaría destacar es el papel creciente que tienen en los movimientos de los mercados las máquinas y los algoritmos. Si unimos el creciente peso de la inversión "pasiva", es decir, de quienes se limitan a seguir a los índices, y la cada vez mayor presencia de "robots" que deciden las compras o las ventas y que lo hacen no en base a los "fundamentales" sino en base a señales "técnicas", a que se superen o no ciertos niveles de cotización, la combinación que resulta es una elevada volatilidad fuera de todo control.
Esto explica que, como ya hemos dicho, el Dow, que es la quintaesencia de las grandes empresas globales, cayese a plomo el lunes más de mil puntos, o que valores de alta calidad como Apple se desplomasen en pocos minutos o que algunos ETFs cayesen un 30% casi de golpe. Episodios como el que vivieron las Bolsas americanas en la hora final de la sesión del martes, con un giro de más de 600 puntos del Dow Jones en media hora y en ausencia de noticias relevantes son producto de programas ciegos que se auto alimentan y se auto amplifican.
La cuestión es que el uso generalizado de programas similares en un contexto de inversión pasiva creciente deja a los mercados sin criterio, sin brújula. Es el drama de la inversión pasiva, que crea efecto "manada" (herding) y que mueve cada vez más volumen, como lo muestra el hecho de que la mayor Gestora del mundo, Black Rock, haya anunciado que ha adquirido una compañía de asesoramiento de inversiones por robots ("roboadviser"). Todo ello crea amenazas para el inversor minorista, que sigue la inversión pasiva, y que tiende a vender en el peor momento y comprar en el peor momento. Es la amenaza para los humanos de un mundo dominado por las máquinas, unos mercados financieros sin criterio y tendentes a la inestabilidad.
Es lógico, por ello, que la reacción de los Bancos Centrales haya sido fulminante, ya que lo que está en juego es la estabilidad de los mercados financieros, que es uno de los pilares del modelo que han creado para superar la crisis. El presidente de la Fed de Nueva York, William Dudley se apresuró a decir que la subida de tipos en septiembre es ahora menos "imperiosa" (compelling) y el BCE manifestó que si la inflación sigue tan baja podría ampliar la escala de su compra de activos contra balance. El Banco central chino (People's Bank of China) bajó el jueves pasado los tipos de interés de referencia por quinta vez desde noviembre y aumentó las inyecciones de liquidez.
La reacción de los Bancos Centrales, amenazados en su credibilidad, ha sido, por tanto, contundente, y a nuestro juicio lleva a la conclusión de que tras el crash del pasado lunes 24 de agosto las posibilidades de una subida de tipos por la Fed en septiembre se reducen a cero y las de subida en el 2015 también son también escasas. Con mercados financieros inestables la Fed no podrá subir los tipos, así de sencillo.
Algunos analistas importantes, como Larry Summers y Ray Dalio han ido más allá y han llegado a pronosticar la pasada semana, tras el "lunes negro", que el siguiente movimiento de la Fed no solo no será subir tipos sino que será, por el contrario, reiniciar la compra de bonos , la QE. Es decir, que habrá una QE4.
Los banqueros centrales, reunidos este último fin de semana en Jackson Hole, no han ido tan allá y se han mostrado más bien cautos en sus manifestaciones, tal vez animados por la recuperación de las Bolsas a nivel global que se produjo el jueves y el viernes, y animados también por el buen dato de la revisión del PIB americano del segundo trimestre, que arroja un crecimiento anualizado del 3,7%. El vicepresidente de la Fed, Stanley Fisher dijo que no hay que descartar completamente una subida de tipos en septiembre, reflejando así la enorme división que hay en el seno de la Fed. El Gobernador del Banco de Japón, Kuroda, se permitió afirmar que la subida de tipos por la Fed será buena para las Bolsas, ya que demostrará que la economía norteamericana va bien, y en la misma línea se pronunció, en Jackson Hole, el presidente de JP Morgan y antiguo Gobernador del Banco Central de Israel, Jacob Frenkel.
Pero al final los Bancos Centrales, les guste o no, son esclavos de los mercados financieros y serán sensibles a lo que ha pasado en agosto. Hay que recordar que Kuroda y el Banco de Japón no han dudado en comprar directamente el Nikkei, a través de ETFs, cuando la Bolsa de Tokio ha flojeado. En nuestra opinión la Fed y el BCE harán lo mismo que el Banco de Japón y compraran directamente Bolsa si las cosas se ponen feas. Esto es lo que dicta el nuevo y agresivo "capitalismo de Estado" en el que los mercados se ven controlados por los "policy makers".
Al final de la semana, y al final de agosto, las aguas han vuelto a su cauce. El S&P cerró el viernes cerca de los dos mil puntos, el petróleo se ha dado la vuelta y ha subido casi un 10% en la semana, las materias primas han recuperado desde mínimos, los tipos del T bond están de nuevo en torno al 2,2% tras haber bajado del 2% en algún momento de la semana, el dólar ha subido desde 1,17 hasta 1,12 con el euro, y en general en las Bolsas se respira de nuevo tranquilidad. Una tranquilidad que permitió, el viernes por la mañana, que el S&P superase algunos momentos en los que la media de las últimas 50 sesionescayó por debajo de la media de las últimas doscientas sesiones, lo que en el argot chartista se conoce como "cruce de la muerte" con fuertes implicaciones bajistas.
Algunos sostienen que lo visto en agosto no es sino el inicio de un nuevo mercado bajista (bear market). Puede ser, pero a nuestro juicio la entrada en un mercado bajista no va a ser tan inmediata. Somos muy escépticos respecto a que al final las políticas monetarias no convencionales vayan a conseguir reactivar a la economía global, y pensamos que al final habrá una gran decepción, pero todavía no ha llegado el momento en el que se deba reconocer el fracaso por parte de los Bancos Centrales. Es cierto que los bonos y las materias primas apuntan a una deflación y es cierto que las Bolsas, si vuelven a máximos, seguirán sobrevaloradas. Pero los Bancos Centrales, como han recordado esta semana dos personas tan relevantes como los antes citados Larry Summers y Ray Dalio, tienen aun mucha munición, y desde luego tienen muchas ganas y mucha necesidad de utilizarla.
La próxima semana el dato más importante será el informe de empleo americano de agosto, que de nuevo puede presionar a la Fed. En la zona euro tenemos la reunión del BCE el jueves de la que cabe esperar un mensaje de apoyo a los mercados por parte de Draghi. En China hay PMIs preliminares de agosto y en EEUU el índice de manufacturas de Chicago y el Libro Beige, entre otras referencias.
Pensamos que las Bolsas terminarán agosto e iniciarán septiembre con buen tono, pero no creemos que haya fuerza como para superar los máximos anuales, es decir, no vemos una recuperación tan fuerte como la del pasado noviembre tras el mini crash de octubre. Definitivamente lo sucedido en las dos semanas centrales de agosto y lo sucedido el lunes 24 de agosto ha deteriorado mucho la confianza y ha dejado algunas grietas que no será fácil reparar.
Por ello pensamos en mayores niveles de volatilidad en la parte final de 2015, y por tanto utilizaríamos el mercado de opciones para tomar coberturas y medir riesgos.
D.Juan Carlos Ureta Domingo
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