Tras las fuertes caídas de las Bolsas el viernes 24 y tras un inicio de semana el pasado lunes que amenazaba con convertir ese "mini crash" en un desplome en toda regla, la maquinaria de los Bancos Centrales se puso, como era previsible, manos a la obra, y, como también era de esperar, los mensajes de apoyo de los banqueros centrales a los mercados han funcionado, cumpliéndose así lo que anticipábamos al final de nuestro comentario hace siete días.
Las declaraciones de los máximos responsables de los Bancos Centrales han sido claras. Ya el propio viernes 24 el Banco de Inglaterra anunció disponer de 250.000 millones de libras para estabilizar los mercados y el BCE dijo estar "listo para actuar". Estas ideas fueron reiteradas por Draghi y por el vicepresidente del BCE, Victor Constancio, en la reunión de Sintra (Portugal) del miércoles. El jueves el Gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, dijo que los tipos de intervención podrían bajar en el verano de nuevo a cero desde el actual 0,5%. Por su lado, el Banco de Japón anunció el viernes la posibilidad de estímulos fiscales y monetarios adicionales, y en lo que a la Fed se refiere, se descarta ya ninguna subida de tipos en el año 2016.
Una vez más la reacción de entusiasmo de los inversores no se ha hecho esperar y ha tenido su herramienta más eficaz en el mercado de bonos soberanos, y muy en particular en los bonos soberanos de la zona euro. El bund se ha instalado cómodamente en zona de tipos negativos, pero además el bono a cinco años alemán tiene un tipo negativo inferior al menos 0,4% lo que hace ya imposible que el BCE los compre. Esto ha provocado una reacción en cadena a la baja en los tipos de los bonos soberanos franceses, italianos y españoles ya que se piensa que el BCE se verá obligado a comprar más bonos de esos Tesoros al no poder tomar papel del Tesoro alemán. En concreto el bono español a diez años ha tenido la mejor semana de su historia, pasando de un tipo del 1,6% el jueves 23 a un tipo del 1,14% el pasado viernes, sesión en la que llegó a marcar el tipo mínimo de todos los tiempos en el 1,09%.
La respuesta de las Bolsas ante esos descensos de los tipos ha sido inmediata. Casi todos los índices han vivido un rally de alivio, que en esta ocasión se ha denominado irónicamente "brelief rally" por alusión al "brexit", y han finalizado la semana con ganancias importantes. El S&P, el Dow y el Nasdaq han subido más del 3% en la semana, el Eurostoxx casi un 4%, el Nikkei casi un 5% y el MSCI Emerging Markets en dólares algo más del 4%.
Lo llamativo de estos fuertes rebotes no es la respuesta al Brexit por parte los Bancos Centrales. Esa respuesta es lo que cabía esperar, como decíamos ya la semana pasada, ya que los Bancos Centrales son esclavos de sus propias políticas y se juegan todo su modelo en conseguir que los mercados no se desplomen, por tanto harán todo lo posible (whatever it takes) para mantenerlos. Tampoco puede sorprender en sí mismo el rebote, tras la enorme sobreventa que siguió al resultado del referéndum inglés.
Lo llamativo es que se celebre de forma tan entusiasta la prolongación de los tipos de interés muy bajos (lower for longer) y que se reciba con alegría la profundización en ese terreno tan inquietante que son los tipos de interés nominales negativos, que esta pasada semana se han extendido aún más, incorporando al bund alemán a diez años al territorio de la rentabilidad negativa. Desde hace tiempo, y claramente desde fines de 2015, el modelo monetario de los Bancos Centrales está en fase de agotamiento, y lo mejor que podríamos hacer todos es tratar de buscar una salida no traumática de ese modelo, que tuvo su época dorada entre 2008 y 2011, que a partir de 2012 probablemente ha sido innecesario, y que a partir de 2016 tal vez se convierta en una fuente progresiva de inestabilidad financiera global.
El tiempo dirá lo que tenga que decir, y mientras eso ocurra poco podemos hacer salvo imitar a aquel viejo búho sabio que cuanto más veía menos hablaba y cuánto menos hablaba más escuchaba. Pero hay bastantes indicadores para pensar que el "front running" o el "carry trade" ya han dado todo o casi todo lo que tenían que dar, y que por tanto hay que cambiar el modelo de inversión hacia los fundamentales. Algo que no parecen compartir los mercados, a la vista de su entusiasta reacción ante el "lower for longer" que ha seguido al Brexit. A nosotros nos pasa justo lo contrario, cuanto más abajo vemos los tipos de los bonos soberanos europeos, más nos inquietamos.
Esta inquietud se ve incrementada por la fragilidad en la que los mercados financieros han entrado desde hace un año, una fragilidad que hace que su resistencia ante cualquier impacto externo sea menor, como lo ha demostrado el Brexit. El problema es que la lista de posibles impactos externos es larga.
Esta semana hay algunos datos económicos como el ISM de servicios de junio y la balanza comercial en EEUU, el ISM compuesto de Caixin también de junio en China, y, como dato principal el viernes se publica el informe de empleo de junio en la economía norteamericana. Si el dato de creación de empleo o de salarios fuese mejor de lo esperado, podríamos preguntarnos hasta qué punto la FED será capaz de aguantar todo el 2016 sin subir tipos y arriesgándose a una vuelta de la inflación.
Con el S&P de nuevo en los 2.100 puntos, la mirada hay que centrarla más que nunca en las Bolsas americanas. Estamos ante el enésimo intento del S&P de superar el récord histórico que se alcanzó en la primera parte de 2016, récord que se sitúa en torno a los 2.140 puntos.
Reiteramos nuestra opinión, ya expresada en comentarios anteriores a lo largo de todo este año, en el sentido de no ver fuerza suficiente para una ruptura sostenible al alza en el S&P. Esto nos hace pensar que al llamado 'brelief rally' de las Bolsas europeas le puede quedar como mucho un cinco por ciento adicional, y que la pauta de fondo seguirá siendo la volatilidad, una volatilidad que volverá a hacer acto de presencia, en nuestra opinión, a lo largo del verano.
D.Juan Carlos Ureta Domingo
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