Transcurrido ya casi un mes desde las primeras noticias sobre el coronavirus, y tras una primera fase en la que se había restado importancia al brote, pensando que solo afectaba a una zona muy delimitada de China, de pronto se empieza a percibir el riesgo de que la epidemia termine provocando una recesión económica global, al extenderse el contagio no solo a otras zonas próximas a China como Corea, sino también a otros continentes como Europa. Esa percepción es aún mayor al ser evidente el enorme impacto de la situación de China en las cadenas globales de producción y de consumo, como era de esperar en una economía tan entrelazada como la actual.
Los datos económicos recientes incorporan ese impacto y muestran los primeros destrozos que el coronavirus está provocando en una economía global que ya de por sí se estaba deteriorando a fines de 2019. Es verdad que muchos analistas pensaban que la debilidad de la segunda parte de 2019 era transitoria y que, al estar motivada por el conflicto comercial entre China y Estados Unidos, desaparecería tras el acuerdo alcanzado en diciembre y firmado en enero sobre la llamada "fase uno". Pero la realidad es que los datos de crecimiento del cuarto trimestre de 2019 realmente fueron muy malos y podemos dudar de que la guerra comercial fuese la única responsable de ello.
La economía norteamericana creció (en la primera lectura) el 2,1% en el último trimestre de año, muy lejos del 3,1% al que creció en el primer trimestre. La zona euro creció un simbólico 0,1% en el cuarto trimestre, el menor crecimiento de los últimos siete años. Y el PIB japonés se hundió, como supimos el pasado lunes, un 6,3% en términos anualizados. Es interesante destacar que estos datos se produjeron después de una vuelta sin precedentes a las medidas monetarias ultraexpansivas. La Fed ha hecho en 2019 la mayor expansión de balance de su historia y ha bajado tres veces los tipos de interés. El BCE ha bajado tipos y ha vuelto a comprar bonos. El Banco de Japón ha seguido con sus políticas habituales, y el People's Bank of China ha desplegado un enérgico programa de estímulos el pasado año.
Como decíamos, los datos posteriores a la aparición del coronavirus que vamos conociendo son todavía más preocupantes que los del cuarto trimestre del pasado año. El PMI compuesto de EE.UU. preliminar de febrero, que se conoció el pasado viernes, se ha situado en los niveles más bajos desde 2013, y eso seguramente ha llevado al bono de Tesoro americano a 30 años a marcar su tipo de interés mínimo de todos los tiempos el pasado viernes, en el 1,89%. Los PMIs de febrero en Japón han registrado caídas que les han llevado a los mínimos de 2014, especialmente en servicios, muy afectados por la caída del turismo.
Los PMIs europeos preliminares de febrero, que se publicaron el pasado viernes, fueron algo mejores de lo previsto, subiendo el PMI compuesto hasta 51,6 puntos desde los 51 estimados por los analistas, pero está por ver si finalmente esos buenos datos preliminares se consolidan una vez que se ha conocido la extensión del coronavirus a Italia. Aun sin ese contagio directo a Italia, las noticias sobre la caída del 92% de ventas de automóviles en las dos primeras semanas de febrero, que al parecer se ha producido en China, no permiten albergar demasiadas esperanzas.
A la vista de estos datos es bastante llamativa la optimista lectura que hicieron los mercados de la crisis del coronavirus en una primera etapa. Hasta el pasado miércoles, fecha en la que los índices bursátiles norteamericanos volvieron a marcar nuevos máximos históricos de todos los tiempos, los mercados quitaban importancia a la epidemia e incluso veían el lado positivo en la activación de nuevos incentivos monetarios y fiscales por parte de los Bancos Centrales y los Gobiernos para responder a la crisis. Se pensaba que, gracias a esos incentivos, en la segunda parte del año, una vez superada la fase aguda del coronavirus, la economía global tendría una recuperación muy fuerte en "V". La idea era que la fórmula mágica, la solución monetaria-fiscal, volvería a funcionar de nuevo, cortando las caídas en la Bolsa, tal y como lo ha hecho en los anteriores precedentes como la crisis del mercado de "repos" americano en septiembre, los ataques a una refinería saudí en otoño o la muerte de un general iraní a manos de la inteligencia norteamericana en enero.
Tras las caídas de la semana pasada (S&P -1,2%, Eurostoxx -1%, Nikkei -1,2% MSCI Emerging Markets -2%) y tras la nueva dimensión global que ha adquirido la epidemia las dudas se han disparado y la pregunta es si esta vez va a funcionar la fórmula monetaria.
Nadie puede responder hoy con certeza a esa pregunta, pero todo apunta a que la crisis del coronavirus va a provocar serias disrupciones tanto en la oferta (inversión y cadenas de suministro) como en la demanda (contracción del consumo y del comercio), unas disrupciones que la política monetaria y fiscal tal vez no puedan aliviar, porque no estamos ante una crisis esencialmente financiera como la de 2008.
A nivel de empresas, lo que nos están diciendo las compañías más avanzadas es que ven un escenario negativo. Así lo hizo Apple el pasado lunes y así lo han ido haciendo diversas compañías como Nvidia, que hizo un profit warning el pasado martes, o Adidas y Puma que lo hicieron el jueves. Daimler por su parte emitió un comunicado el viernes anunciado que prevé "efectos adversos significativos" en su negocio por la crisis y Nissan y Honda han tenido que posponer la apertura de sus fábricas en Hubei.
La crisis del coronavirus adquiere así otra dimensión y se añade a otros problemas como la sensación cada vez mayor de que en algunos segmentos de las tecnológicas (léase Tesla, Virgin Galactic u otras) hay señales claras de burbuja, o como la falta de acuerdo en Europa para pactar un presupuesto post Brexit. En ese contexto el activo refugio por excelencia, el oro, ha llegado a los 1,648 dólares la onza, como señal para navegantes.
Esta semana hay algunos resultados empresariales relevantes como los de Danone, Iberdrola, AB Inveb, Reckitt Benckiser y WPP, entre otros, y hay también algunos datos económicos interesantes como la segunda lectura del PIB americano del cuarto trimestre de 2019, la inflación europea de febrero o el deflactor de precios de consumo en EE.UU.
Pero dada la evolución del coronavirus, todas las miradas van a estar puestas ahí y no podemos sino recomendar, como lo hacíamos la semana pasada, máxima prudencia y selección en las inversiones, a la espera de valorar el verdadero impacto de la crisis.
Juan Carlos Ureta Domingo
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