Justo un año después de que el gobernador del Banco de Japón, Kuroda, anunciase el 4 de abril de 2013 que iba a inyectar en la economía cada mes dinero equivalente al 1% del PIB japonés, por la vía de la compra de activos, superando así a la propia Fed americana en lo que a expansión monetaria se refiere, las Bolsas mundiales han dado la semana pasada algunas señales de alarma sobre la eficacia del modelo de "reflación" de activos ideado por los banqueros centrales como fórmula para salir de la crisis.
Las fuertes caídas semanales de todas las Bolsas, lideradas precisamente por el Nikkei japonés, que se ha dejado un 7,3% en la semana, perdiendo los 14.000 puntos, caída de la que solo se han librado algunas Bolsas emergentes, son un indicador claro de ese cambio del sentimiento de los inversores, al que aludíamos en nuestro comentario del pasado lunes. Frente a la complacencia y euforia ciega de la que los inversores hacían gala el pasado año, basadas en una confianza total en los Bancos Centrales, los inversores parecen tener hoy una posición mucho más dubitativa, tal vez porque los inversores empiezan a ver que los banqueros centrales también son humanos y pueden fallar.
Habíamos visto ya en los últimos meses algunos pequeños avisos, como la crisis de emergentes de enero, la de Ucrania de febrero, o la provocada por la debilidad de la economía china en marzo. Pero la semana pasada ha habido tres factores adicionales de atención. El primero es el ya citado desplome de la Bolsa japonesa (- 7,3%), que ha tenido su peor semana desde marzo de 2011 y que cae ya un 14% desde el uno de enero. El segundo, es la persistente debilidad de la Bolsa tecnológica Nasdaq (-3,1% en la semana perdiendo los 4.000 puntos), que ha sido un claro motor de impulso del resto de las Bolsas los últimos años. Y el tercero, es la caída semanal del Dax (- 3,9%) y de otras Bolsas europeas ( Mib e Ibex - 4,4%, Cac -2,6%, Eurostoxx -3,5%) .
En definitiva, se pone en duda el experimento japonés del primer ministro Shinzo Abe (la llamada "abenomics"), se ponen en duda las elevadas valoraciones a las que se había llegado en las Bolsas americanas, pese a ser EEUU la punta de lanza del mundo en crecimiento, y se pone en duda que la zona euro, pese a las promesas de Draghi de que el BCE está listo para actuar, vaya a ser el nuevo motor que impulse a las Bolsas globales. Son como tres luces rojas de suficiente importancia como para preguntarnos si puede estar fallando el guión que los Bancos Centrales habían venido ejecutando tan impecablemente desde verano de 2012.
Es verdad que al cierre del pasado viernes todavía algunos índices europeos reflejaban ganancias importantes desde el uno de enero. En lo que va de año las Bolsas italiana y portuguesa acumulan subidas superiores al 11%, las Bolsas griega e irlandesa suben en torno al 8% y nuestro Ibex, pese al descalabro de esta semana, sube casi un 3%. Y es verdad también que los bonos periféricos europeos siguen beneficiándose de las políticas de liquidez de los Bancos Centrales, lo que permite a los Tesoros europeos vivir muy cómodamente. Incluso Grecia ha sido capaz de volver a los mercados la semana pasada emitiendo bonos a cinco años por debajo del 5% y colocando más de cinco mil millones de euros.
Pero precisamente este flujo de dinero hacia los bonos periféricos, en un contexto en el que los tipos de los bonos soberanos de largo plazo siguen muy bajos (el pasado viernes el T bond americano a diez años daba un interés del 2,6% y el bund alemán un interés del 1,5%) lo que nos indica es que los inversores dudan del crecimiento económico futuro y temen a la deflación.
Es a nuestro juicio demasiado pronto para dar por agotado el novedoso modelo de los Bancos Centrales. Los efectos a medio plazo de las políticas monetarias no convencionales (QE y forward guidance) se juzgarán dentro de varios años, igual que hoy se juzga la actuación de Norman Montagu y otros banqueros centrales de la década de los treinta del pasado siglo. Con la perspectiva necesaria, la historia decidirá si este extraordinario experimento monetario que han puesto en marcha los Bancos Centrales para sacar al mundo de la crisis es o no acertado.
Pero en el corto plazo al experimento posiblemente le quede aún algún recorrido. Antes de darlo por fracasado, si llegase el fracaso, se intentarán muchas cosas, y ahí el BCE es el que ahora tiene el testigo. Las actas de la Fed que se publicaron el pasado miércoles y las actas de la última reunión del Banco de Japón que conocimos el pasado viernes muestran como tanto la Fed como el BoJ están comprometidos con la ayuda monetaria a la economía, pero empiezan a sentirse impotentes para llegar más allá, tal vez por eso Christine Lagarde pedía esta semana una vez más al BCE que actúe pronto para evitar los riesgos de deflación en la zona euro.
Tras la publicación de los primeros resultados empresariales( JP Morgan, Alcoa...), que han decepcionado bastante, seguiremos esta semana con muchos e importantes anuncios de resultados trimestrales (Citigroup, Bank of America, Google, Intel, Coca Cola, IBM, entre otros muchos) Los resultados y los datos económicos, como las ventas minoristas de marzo o el índice de Filadelfia que conoceremos esta semana, irán mostrando si hay o no recuperación a la vista y si hay o no recorrido en las ya muy elevadas cotizaciones de las Bolsas. El miércoles habla Janet Yellen en el Club Financiero de Nueva York, y es muy previsible que quiera animar a los mercados asegurando la ayuda de la Fed, siendo también previsible, además, que lo consiga.
Apostaríamos por una cierta calma en las Bolsas tras la tempestad de estas dos últimas semanas, pero el mensaje que nos debe quedar es que está empezando a hacer aguas el modelo basado en políticas monetarias intensivas y no ortodoxas, modelo del que han vivido las Bolsas el último año y medio.