Los efectos nocivos de la pandemia del coronavirus COVID-19 sobre la economía provienen no sólo de la propia propagación de la enfermedad, sino principalmente de las radicales medidas adoptadas para prevenir la expansión del virus.
A modo de ejemplo, en Corea del Sur, país con más de 1.500 casos declarados y 13 fallecimientos, Samsung (la mayor empresa del país) ha paralizado una de sus plantas poniendo a sus 1.500 trabajadores en cuarentena durante dos semanas, porque uno solo de ellos había dado positivo como portador del virus. Con este tipo de medidas, la rotura de las cadenas de suministros en los distintos sectores productivos globales parece inevitable. Si por un solo caso todos los empleados de una empresa o de una fábrica deben ponerse todos en cuarentena, el efecto dañino sobre el conjunto de la economía según aparezcan nuevos casos puede ser considerable. El sector automovilístico es uno de los grandes afectados por la escasez de producción de componentes en China y, ahora, en el norte de Italia.
Japón, con menos de 200 casos reconocidos, ha anunciado el cierre de todos los colegios por lo menos durante un mes. Adicionalmente, ha cancelado todos los eventos de masas como conciertos y eventos deportivos. Millones de personas necesariamente faltarán a sus trabajos mientras encuentran alternativa para el cuidado de sus hijos. El efecto pernicioso sobre la confianza de los consumidores y sobre el conjunto de la economía japonesa será inevitable.
La cuarentena aplicada a los mil huéspedes del hotel de Tenerife, por un caso de contagio, junto con las recomendaciones generalizadas de empresas y algunos gobiernos de minimizar los viajes, genera una psicosis que ya se está traduciendo en anulaciones de reservas que afectarán al sector turístico.
La economía actual está enormemente interconectada y globalizada. Sin conocer ni la duración temporal de la pandemia (todavía no declarada por la OMS), ni el número de afectados a nivel global, ni su extensión geográfica, lo cierto es que la economía corre el riesgo de padecer un shock de oferta, por disrupciones en las cadenas de producción o por imposibilidad de ofrecer determinados servicios, al mismo tiempo que se produce un shock de demanda, como está ocurriendo en China.
Mediante políticas monetarias y políticas fiscales se puede intentar paliar parcialmente los efectos sobre la demanda, pero es mucho más complicado revertir los shocks de oferta.
Hong Kong, con menos de 100 casos de contagio conocidos, acaba de adoptar medidas extraordinarias que reflejan la magnitud del impacto del COVID-19 en su economía. Cada ciudadano hongkonés mayor de 18 años recibirá un pago equivalente a 1.100 euros (HK$ 10.000). Adicionalmente, las empresas podrán solicitar préstamos a bajo interés con la garantía del Estado, para pagar nóminas e impuestos, a la vez, se reduce el impuesto de sociedades a las empresas.
El llamado "helicóptero monetario" ya está aquí. Cada ciudadano podrá destinar a lo que más le plazca el "regalo" de 1.100 euros. Sin embargo, si continúan las recomendaciones de no acudir a centros de ocio con aglomeraciones de personas, difícilmente lo destinará a consumo de ocio en cines, teatros o viajes. El shock de oferta en dichos sectores, entre otros, no se revertirá por regalar dinero a los ciudadanos.
Conviene tomar nota de las medidas de apoyo a las medianas y pequeñas empresas. El tiempo que las medianas y pequeñas empresas pueden aguantar solventes con una reducción radical de sus ingresos en el corto plazo es muy limitado. A mayor número de empresas insolventes, mayor el número de parados y mayor el volumen de préstamos fallidos en los balances bancarios.
Hong Kong ha tenido superávit presupuestario los últimos quince años y su nivel de deuda sobre el PIB es prácticamente inexistente. A pesar de que la situación de las cuentas públicas de la antigua colonia británica es sensiblemente más benigna que la de los Estados europeos y EE.UU., sus medidas indican el camino que seguirán las autoridades europeas y estadounidenses en caso de empeorar la situación económica.
Es cada vez más probable que la Reserva Federal vuelva a reducir los tipos de interés, sin entrar en niveles negativos. En el caso de la Eurozona, bajar más los tipos negativos no serviría para dinamizar la demanda y pondría en peligro gran parte del sistema bancario europeo. El aumento en las compras por parte del BCE puede llegar a incluir otro tipo de activos ahora vetados, como los bonos sin calificación crediticia de grado de inversión. Medidas como la anterior o el helicóptero monetario en Europa parecen hoy descabelladas. Lo mismo ocurría con la posibilidad de los tipos negativos hace seis años. Lo impensable ha acabado sucediendo.
A día de hoy, y sin conocimientos médicos para valorar la gravedad de la enfermedad, los graves efectos perniciosos sobre la economía proceden más de las medidas adoptadas para prevenir la expansión del COVID-19 que de los efectos directos de la enfermedad en sí.
Todavía no es posible prever la gravedad del deterioro económico, pero como suele suceder, los mercados acaban exagerando y ofreciendo oportunidades selectivas. Como recomendaba San Ignacio: "en tiempo de turbación no hacer mudanza".
Artículo publicado en el blog de Jesús Sánchez-Quiñones en Expansión.
Jesús Sánchez-Quiñones González
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