Opinión

Bolsas sin mensaje, por Juan Carlos Ureta

La inactividad de los Bancos Centrales de la pasada semana se ha trasladado esta semana a los inversores, dando lugar a una semana anodina, cuyos movimientos apenas pueden dar lugar a algún análisis mínimamente relevante. Las Bolsas han subido la semana pasada, algunas ligeramente, como el S&P, el Dow Jones, o el Dax, en torno al 1%, otras como la de Shanghai el Nasdaq o el Cac en torno al 1,7% y otras más como el Nikkei con una subida semanal del 4% o nuestro Ibex 35, que al calor de los Bancos y sobre todo de Bankia subió un 4,3% en la semana.

Los datos económicos han sido mixtos y de hecho el viernes el dato de comercio exterior chino en julio provocó caídas, al evidenciarse una nueva debilidad en la economía china, falta ahora del motor de las exportaciones. Pero al final de la sesión las Bolsas se recompusieron, no se sabe bien por qué, al parecer bajo la expectativa de que los Bancos Centrales harán "algo" en septiembre.

Esta falta de mensajes claros refleja una situación en la que los líderes políticos no saben bien qué hacer, los Bancos Centrales tampoco y los agentes económicos simplemente están a la espera tras cinco años de frustración. Cumplidos cinco años desde que un fatídico 9 de agosto de 2007 los mercados interbancarios se paralizaron, lo cierto es que ni los mercados financieros ni la economía real han vuelto nunca a recuperar la normalidad y hoy por hoy todavía nadie es capaz de predecir con una mínima exactitud ni el final de la crisis ni los caminos que conducirán a ese final.

La esencia de la crisis fue la deuda acumulada, excesiva e impagable en términos reales, y lo que se ha hecho en estos cinco años, con mayor o menor fortuna, es tratar ese problema evitando a la vez que la economía global caiga en una depresión por la deuda (debt deflation). Hace cinco años, en agosto de 2007, preocupaban las llamadas hipotecas "subprime" norteamericanas, y ahora, en 2012, preocupan sobre todo las deudas de los Tesoros y los Bancos europeos. Pero la esencia no ha cambiado. Da igual donde se pose momentáneamente la nube tóxica. Lo importante es que esa nube tóxica de la Gran Deuda sigue ahí y, aunque se han ido haciendo cosas, como el rescate a la banca americana por la FED o la progresiva capitalización de la banca europea con ayuda del BCE, la realidad es que la deuda global apenas se ha rebajado, y nadie sabe muy bien como meter mano al problema.

Si analizamos lo que ha pasado en los mercados en estos cinco años, hoy ya sabemos que los activos valen menos, sabemos también que hay que rebajar todos los costes de las economías endeudadas para que pueda ser competitiva a escala global, pero todos esos procesos no son neutros para la deuda, por el contrario inciden en la capacidad de pago de la misma y aparecen la necesidad de reestructuración y/o los riesgos de impago (default).

Un proceso que no se puede desencadenar de forma desordenada. Entender esto lleva a entender mejor a los Bancos Centrales y la delicada tarea a la que se ven abocados. Lleva también a entender el por qué de esta tregua veraniega que han decretado.

Esta calma forzada del verano no es sino un descanso y un reflejo de que estamos a la mitad del camino. Cada vez más, el ejemplo de Japón es el más apropiado para ver lo que en Estados Unidos y en Europa se está intentando y la única duda es si aquí va a ser posible el modelo a la japonesa, a saber, una larga digestión del exceso de deuda y de la hiper-burbuja de activos, ayudada por políticas de monetización de la deuda y por apoyos selectivos a la demanda para mantenerla en sus niveles de soporte.

Si esto es así, como profesionales de la inversión debemos acostumbrarnos a gestionar las carteras en un largo periodo de asentamiento (en Japón llevan dos décadas, esperemos que aquí sea menos largo), y seguir siendo muy tácticos en la distribución de activos en la cartera. Hay que añadir también el componente de que estamos ante un experimento monetario sin precedentes, para el que no vale ni siquiera el ejemplo japonés, ya que EEUU es una economía endeudada a diferencia del Japón de los noventa, y Europa está literalmente partida en economías muy distintas entre sí que además no tienen unidad política.

Este es el trasfondo de un agosto que discurre sin pena ni gloria, a la espera de noticias. En lo que a España respecta, cómo se gestione el rescate suave de nuestra economía va a ser absolutamente determinante para nuestro futuro y el de nuestras empresas. De momento no podemos saber cómo se hará.

Esta semana hay vencimiento mensual de futuros y opciones, vencimiento que se presenta habiendo cerrado el futuro del S&P por encima de 1.400 puntos el pasado viernes, con lo que acumula ya una subida anual del 11,7%. Otros índices como el Dax suben también fuertemente en el año, con un alza desde uno de enero del 17,7%, o el Nikkei que sube más de un 5% en el año o el Eurostoxx 50 que sube un 4,6%.

En este agosto sin rumbo, con una zona euro sumida en el desconcierto y en la inacción, con unos Estados Unidos ya en plena contienda preelectoral y con una China que da muestras de debilidad en el tránsito de un modelo basado en la exportación hacia un modelo basado en el mercado interior, preferimos mantenernos al lado del mercado, descansando en la renta fija a corto, ya sea a través de Fondos de calidad o a través de posiciones directas.

A nuestro juicio las incógnitas son muchas, las señales o no son claras o, cuando lo son, no son buenas, y la calma veraniega no nos transmite ningún mensaje. No nos gusta tomar decisiones de inversión basándonos en el teórico put de Bernanke o de Draghi. Preferimos esperar o trabajar en todo caso con opciones fuera del dinero, compradas o vendidas según que los riesgos que se quieran asumir sean mayores o menores.

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